lunes, 6 de febrero de 2012

Todo lo que voy a estar es incompleta.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve... y diez.
Ahora. Respiro hondo. Abro los ojos. Me miro al espejo. Odio lo que veo; odio los ojos rojos, hinchados, odio los surcos que las lágrimas han dejado en mis mejillas, odio tu imagen en mi mente. Por eso cuento hasta diez, respiro hondo y me miró al espejo, para memorizar esa horrible imagen de mí y saber que nunca más se repetirá. No volverás a hacerme esto, nunca más. Puedo ser la idiota que cree lo que dicen tos ojos, puedo ser la idiota que se pase semanas llorando cuando te marchas, puedo ser la idiota que piense que vas a volver, aunque no vuelvas. Puedo ser de todas esas clases de idiota, pero no quiero seguir siéndolo. Asimilaré que te has ido, que te has marchado dejándome sola en mi cama con olor a tí. Asimilaré que se acabaron tus besos, asimilaré que mi ropa no volverá a oler a tus chaquetas grandes, asimilaré que no sentiré más el tacto de tu piel sobre la mía, ni de tus labios sobre mi cuello. Asimilaré todo eso y seguiré adelante, sola, sin tí.
Aunque tenga que contar hasta diez, respirar hondo y mirarme al espejo todas las noches para ver lo que me has echo, para ver reflejado en mis ojos el sufrimiento del cual tu eres el culpable.

sábado, 4 de febrero de 2012

Más que mucho, creeme.

¿Sabes esa sensación, la de las mariposas en el estómago? Dicen que la provoca el amor, los nervios. Yo me inclino más por la primera. Porque la siento cada vez que te acercas por detrás y me besas el cuello, apartándome lentamente el pelo. La siento cuando suena el timbre y se que eres tú, cuando te acercas a mi para besarme. La siento cuando mientras me besas me empujas suavemente sobre la cama. Cuando puedo sentir tu cuerpo ardiendo sobre el mío, acariciándome, besándome y queriendome. La siento cada vez que pienso que eres mio y que va a ser así durante mucho tiempo. La siento cada vez que un te quiero sale de tu boca. Y se que tu la sientes, veo mi reflejo en tus ojos color avellana, noto tu sonrisa mientras me besas. Puedo sentir tu corazón acelerándose cuando te beso con la misma pasión con la que tu me besas a mí.
Puedo sentirlas, puedo sentirte.

Mierda, te quiero.

Estoy llegando a una conclusion. Y no se si es buena o mala; te quiero. Sí, esa es mi conclusión. Puedes creer que es la mayor tontería que has oído en tu vida, pero piénsalo, ¿cuantas veces has querido? Me refiero a querer, querer de verdad. Puede que la respuesta sea pocas, o puede que sea ninguna. Pero ya sabes a lo que me refiero, querer, querer de verdad. Y repito que no se si eso es bueno o malo. Primero sonries, imaginas su cara, recuerdas su olor y dices que es bueno. Pero cuando el tiempo pasa, cuando sabes que sigues queriéndo como el primer día y no estás segura de si ese sentimiento es mutuo ya, admites que quizá sea malo. Que quizá sea mejor olvidar y rehacer las cosas antes de sufrir, pero ya es tarde. Quieres, quieres de verdad, y eso no se va con un soplo de viento, ni con un par de lágrimas. Eso no se va.